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Cementerio de la Leona, Cuernavaca


Esta es la historia de un cementerio que nadie sabe en realidad como se llama pero todos conocemos como el Panteón de la Leona ubicado en la colonia Carolina, sitio lleno de tradición que se ubica en la ciudad de Cuernavaca cuyo nombre deriva en honor a la hija de un hacendado que se llamaba Carolina y que comenzó a habitarse en el siglo XIX con la llegada del rastro municipal.

El panteón es muy antiguo y comenzó a construirse en el año de 1883 e inaugurado en 1885.

En esa época la gente se enterraba en el atril de la Catedral y en el panteón de Santa Paula que estaba ubicado en donde actualmente se encuentra el club de golf. Pero al estar sobre poblados comenzaron a enviar difuntos al “Panteón de la Leona”, considerado como el primer panteón en forma de la ciudad. Ahora el más antiguo.


En aquellos tiempos estaba rodeado de valles y por la barranca de “la Leona” lo que le da cierto misticismo con sus suntuosas y descuidadas tumbas algunas góticas, otras de estilo porfiriano que albergan a muchos de los antiguos gobernantes de Morelos así como a familias de tradición Morelense, siendo la más importante en cuanto arte, la del ex gobernador Manuel Alarcón adornada por una hermosa aunque descuidada estatua de mármol obra del artista italiano Ponzanelli alumno de Augusto Rodin una de las obras en mármol más importantes del estado de Morelos si no la más. También se encuentran las tumbas del cronista de la ciudad Valentín López, Vicente Estrada, Domingo Diez. Pero creo que la más famosa es la de doña Josefa Saldaña una mujer muy hermosa que habita en la tumba de los espejos que de cuando en cuando se da su escapada a la calle.


La entrada es sencilla de estilo porfiriano y en su arco se lee la leyenda:


“Postraos, aquí la eternidad empieza y es polvo la mundanal grandeza”


que tampoco nadie al parecer sabe cuándo se escribió.


Al fondo se encuentra su capilla original menos el techo en donde se han filmado varias películas mexicanas.

¿Pero a que se debe su peculiar nombre? Muchos dudan que en realidad se llame así, pero no lo conocen de otra manera. Lo cual genera varias respuestas:

Los antiguos panteoneros del lugar contaban que, al llegar los cadáveres a este cementerio provenientes de Catedral, Santa Paula y Tlaltenango eran enterrados, pero por la noche, algo extraño pasaba, ya que eran sacados de su lugar apareciendo por la mañana cerca de lo que hoy conocemos como subida a Chalma. Siendo la causante de esto una leona hambrienta que salía de noche a cometer fechorías y que por eso se le llama Panteón de la Leona.

Otros aseguran que muchos panteones de Morelos llevan el nombre del primer difunto que llega a ser enterrado y en este caso, cuenta la leyenda que en la calle de zarco vivía una mujer que era el terror del barrio por su carácter violento a quien apodaban “La Leona” quien fuera la primer ingresada al panteón dándole su nombre “La Leona”.


Estas son leyendas del lugar pero como toda leyenda enfrasca algo de verdad, algo de imaginación, aquí está la versión de los historiadores y cronistas que deja en claro que ni había una leona, ni una mujer violenta dio su nombre.


Este panteón se encuentra ubicado a un lado de una barranca, como ya hemos dicho, que al crecer la ciudad se volvió camino para que la gente pudiera cruzar a lo que se conoce como Alta Vista, en el oriente, por el “Salto Chico”, todo este valle y barranca pertenecía un señor de apellido León quien murió heredando las tierras a su esposa a quien llamaban la leona, así que las tierras eran de la leona quien las vendió a Jesús Cañas que a su vez las dono para construir el panteón. Quizá por que cuenta la leyenda que los trabajadores de la Hacienda del padre de Carolina quien destilaba alcohol en ella, al terminar su jornada salían a comer y a beber perdiendo algunos el control que los llevaba a calurosas riñas que a veces mandaban a alguien al otro mundo. Pero bueno, eso es lo que se cuenta, mejor les dejo ahora la leyenda de la Dama de los espejos…


Josefa fue una mujer muy hermosa que amaba mirarse todo el día en sus múltiples espejos. Poseía un cabello espectacular que ya en etapa terminal de su enfermedad disfrutaba de cepillar. Sintiéndose cada vez más enferma pidió a su esposo una hermosa tumba llena de espejos, deseo que el cumplió.


Cada año en la fecha de su muerte o previo al Día de Muertos, ella sale de su sitio, toma un taxi en la calle y pide que la lleve a su casa. Dejando sin pagar la cuenta, ya que, al detenerse el taxi en la entrada, no hay nadie dentro de él.




 
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